NO HAY RAZONES PARA DESESPERAR, SOLO TENEMOS RAZONES PARA LUCHAR

 

“¿Un revolucionario prisionero puede ser libre?

¿Es más libre que su carcelero?

El fondo de la querella es una ausencia de diferenciación entre la libertad y la independencia. El prisionero está privado de su libertad pero salvaguarda su independencia.

Ser independiente es tener con los demás una relación tal, que la libertad puede producirse en ella, es decir, realizarse en ella. La independencia es la historicidad, síntesis de pasado, presente y futuro, integrando, en cada vida individual, trazos comunes a lo humano genérico.

La independencia  es estar de pie y no de rodillas (la posición natural del ser humano es la posición en pie y no arrodillado); es tener su propio rostro, sin esconderse tras una máscara ajena; es el valor y no la cobardía. Es ser capaz de retroceso en relación a sí mismo y en relación con el mundo en que vivimos, distinguir lo particular de lo general, lo contingente de lo real, lo bárbaro de lo humano, lo auténtico de lo inauténtico.  (Kosik, 1968)

 

La nueva configuración del mundo del trabajo, muchas veces, nos hace sentir prisioneros.

En la contemporaneidad,  se ha reconfigurado la clase trabajadora  (más heterogénea, compleja y fragmentada)  tanto desde el punto de vista objetivo como subjetivo. Ha sufrido transformaciones determinadas por  el avance de la mercantilización de todas las esferas de la vida social,  por la perpetuación de las desigualdades sociales  y por  un proceso de crisis general, que a nivel de las relaciones sociales se presenta como  una crisis de sociabilidad (des-socialización con trazos de barbarie) y a nivel individual se expresa  como vacío existencial.

La actual coyuntura de vaciamiento de los proyectos de representación de los intereses de los trabajadores/as, tanto a nivel político como social –  que se manifiesta en la pérdida de participación activa de los sujetos en las acciones políticas y especialmente en la capacidad de representación y movilización del  movimiento sindical-,  por sí misma,   no significa la eliminación de las posibilidades de transformación de las relaciones sociales en la que nos encontramos los trabajadores/as, la disminución de nuestras capacidades de lucha,  ni nos priva de las posibilidades de triunfar.

La lucha de los trabajadores/as,  como sujeto social,  es  una lucha que busca en lo inmediato  la mejora del padrón de vida, pero en un sentido más amplio es una lucha con sentido emancipatorio, cuyas posibilidades objetivas para triunfar deben ser forjadas en el aprovechamiento de las situaciones de crisis.  Crisis cada vez más recurrentes, que invaden  todas las esferas de la vida social: crisis ecológica, crisis socio-económica, crisis política, crisis simbólica y de sentido.

Los trabajadores/ras  organizados tenemos la tarea de afrontar el conjunto de las crisis  dando unidad a todos los desafíos que ponen en riesgo la propia sociedad  al arrastrarla hacia la barbarie dentro del actual padrón  de sociabilidad.

No es posible, dado los embates actuales,  tener un posicionamiento derrotista ni de resignación. El desafío es la reconstrucción del movimiento de trabajadores/ras orientados hacia la superación de una sociedad desigual, hacia la discusión de su proyecto emancipatorio,  hacia su  reconfiguración como sujeto político,  redefiniendo  la estrategia a desarrollar.

Si observamos el desarrollo de la historia, las conquistas de los derechos económicos, políticos y sociales, dentro de los límites de las relaciones sociales contemporáneas,  han estado signados por la conquista democrática de los trabajadores/as  que se han organizado en el marco del movimiento sindical, en una diversidad de movimientos sociales,  como en  distintas expresiones político/partidarias.

Todos estos instrumentos (movimientos sociales, sindicatos y partidos) son centrales en el proceso de construcción de un proyecto transformador, que busque confrontar el vaciamiento político que la propia dinámica que la sociedad  actual engendra e intencionalmente promueve como forma de silenciamiento de los de abajo, generación de  impotencia, apatía, e indiferencia.

No hay resistencia en la indiferencia.  Especialmente los trabajadores/as a través de nuestras organizaciones de clase, debemos reapropiarnos del proceso de socialización de la política que el propio desarrollo del capitalismo generó en su proceso de expansión a fines del siglo XIX y durante todo el siglo XX.

Hoy, la ofensiva del capital profundiza el proceso de mercantilización y fetichización de la vida social en su conjunto. Se procesa una ampliación de la acumulación de riquezas basada en la ampliación de la extracción de plustrabajo en formas cada vez más diversificadas e intensivas.  Se promueve  una combinación cada vez más compleja de las capacidades laborales entre trabajadores estables,  precarizados, tercerizados, part/time, informales, trabajadores independientes, cooperativas de asistencia laboral/, trabajadores productivos e improductivos, trabajadores manuales e intelectuales, etc. Todos juntos, somos  integrantes de una clase trabajadora más compleja y heterogénea, que vendemos nuestro tiempo de trabajo,  para subsistir y poder satisfacer las necesidades, aunque cada vez más subsumidos en el mercado de  consumo de lo efímero y lo superfluo.

La ofensiva de la mercantilización de la vida y el lucro se renueva, tanto en el plano de la materialidad pero también en el plano de la subjetividad. Necesita de una forma de ser y de pensar que le de sustento, y sobre todo una actitud de conformidad y obediencia. Una sociabilidad que promueve lo transitorio como permanente.

El “hace la tuya”, “desarrolla tus competencias”,  “encuentra el sentido de tu vida en ti mismo”, “tú eres lo único importante” y miles de frases que se expanden día a día buscando en el regocijo interior,  el  camino de la adaptación social y el éxito personal, penalizando “la rebeldía, el desacato, la resistencia como inconductas”.

Son formas de resurgimiento del pensamiento neoconservador, que en la expresión social/colectiva hace culto a la despolitización de hombres y mujeres, especialmente trabajadores, promoviendo la acción política de unos pocos como una acción de élites dirigentes / intelectuales,  porque sabe que la esfera de la política, esfera esencialmente humana, construye la hegemonía social y marca la dirección de los destinos de la sociedad.  Las  esferas de la vida social, se presentan  como esferas segmentadas y fragmentadas,  como objeto de luchas parciales, inmediatas, corporativas y cortoplacistas.

La resistencia y el proyecto colectivo debemos  construirlos  en la UNIDAD de la clase trabajadora más allá de las divergencias político/partidarias. Unidad de la diversidad de tendencias,  purgando los vicios  y  las prácticas de partidización y dominación en el marco de aparatos de organizaciones e instituciones.

La resistencia y el proyecto político debemos expresarlos  como  la unidad de luchas de los diversos movimientos y sociales, en un amplio bloque de acumulación popular entre aquellos que sufren la desigualdad en sus diferentes facetas.

La resistencia y el proyecto político debemos fundarlos a partir de la independencia de clase, comprometidos con un  proceso de emancipación, en el marco del debate fraterno y la lucha organizada.

La lucha y la resistencia debemos forjarlas reivindicando los elementos sustantivos que hacen a nuestra vida: el trabajo digno, la educación constructora de individuos autónomos y críticos, el acceso a servicios de salud que promuevan la igualdad en el acceso a la preservación y mejoramiento de la calidad de vida, una seguridad social universal  sin fines de lucro, la reducción de la jornada de trabajo (“trabajar todos, trabajar menos”), para reapropiarnos como  trabajadores/as del  tiempo socialmente necesario para el desarrollo actividades creativas, formativas, de placer, de cuidado humano y de encuentro con los otros, trabajando para una vida emancipada fundada en una subjetividad auténtica.

No hay razón para desesperar. Solo tenemos razón para luchar, para romper con la indiferencia, para romper con las cadenas, para construir los fundamentos de una vida plena de sentido dentro y fuera del trabajo. Porque estamos convencidos: lo que a través de la praxis social hemos construido, a través de la praxis social lo podemos transformar.

 

Silvia Lema

Secretaria General ATSS