Primeras experiencias de discriminación, violencia y expulsión en el ámbito familiar Las participantes describen sus primeras vivencias en la familia mayormente marcadas como negativas durante su niñez y adolescencia. A continuación, se exponen extractos de las entrevistas que evidencian los desafíos a los que se han enfrentado estas mujeres travestis/trans* al expresar sus identidades de género disidentes en dicho ámbito, revelando tensiones y conflictos que surgieron al confrontar las normas sociales y genéricas dominantes:
“No me sentía perteneciente a esa familia…Entonces nunca lo comuniqué porque si bien mi madre me apañaba mucho, me amaba mucho, me ama mucho, mi padre era todo lo contrario. Era muy estricto, muy severo y muy golpeador. Palizas muy fuertes me daba. Yo tenía 3, 4 años, yo pienso que era también su gran frustración por no tener el macho que él quería tener como hijo, ¿no? Y creo que lo volcaba ahí, en la violencia física” (Entrevistada 3, 48 años, interior).
“Mi madre me dijo: Mirá, yo no quiero tener hijos putos. Mientras vivas bajo mi casa, vos tenés que hacer lo que yo quiera. Y yo analicé todo y dije: No, yo no voy a hacer lo que vos quieras porque yo soy un ser humano individual y tengo mis propios pensamientos. Así que me tengo que ir, me parece. Me dijo: “Sí, te tenés que ir” (Entrevistada 1, 49 años, Montevideo).
“Bueno, cuando mis papás se separan, yo me quedo un tiempo con mi papá. Mi mamá no tenía una casa…Y yo tenía un hermanito discapacitado que también falleció. Se separaron porque ella no soportaba más la violencia, ¿no? Y yo me quedé un tiempito ahí con mi papá hasta que, bueno, me echó a la calle por eso mismo, porque le dije que me sentía así, una nena…Ahí es cuando yo estuve en la calle mucho tiempo. Yo en realidad no quise ser una carga tampoco para mi mamá. Entonces, bueno, estuve bastante tiempo en la calle” (Entrevistada 2, 40 años, Montevideo).
Igualmente, del estudio surgen varias historias de aceptación, apoyo y acompañamiento por parte del núcleo primario, de otros parientes y de personas allegadas. Esto refuerza la idea de que siempre han existido familias dispuestas a acompañar, abiertas a la escucha, y también puede estar ligado a esas transformaciones que ha ido experimentando la institución familia y la sociedad en general con respecto a la visión y actitud que se tiene hacia la diversidad sexo-genérica. De acuerdo a Barrientos (2015) los niveles de aceptación social de la homosexualidad son cada vez mayores en nuestro continente, pero persiste un núcleo duro de transfobia/transodio:
“Mi familia me aceptó, una de las pocas. Porque escuchaba cada historia de las chicas, que la familia como que no las quería. Que las expulsaban de la casa. Que tenían que irse. Y era algo triste” (Entrevistada 11, 41 años, interior).
“Mi mamá, en realidad, ya como quien dice, lo sabía. Le costó un poquito aceptarlo pero, en realidad, más que nada para el adentro. Ella, mi mamá, siempre me aceptó como era, me defendió, con ella nunca tuve ningún tipo de ocultamiento ni nada. Éramos muy confidentes. Ella era muy compinche. De hecho, ella me hacía ropas y todo para mí” (Entrevistada 2, 40 años, Montevideo).
“Cuando empecé a exteriorizar los cambios, en casa me echaron…Y ahí me fui al interior, porque tenía una mujer grande conocida. Y ella me recibió y estuve al final viviendo dos años allá. Y ta, no dejé de estudiar y por suerte después pude, dentro de todo independizarme, ponele” (Entrevistada 4, 40 años, Montevideo).
“Yo le digo: Abuela, mirá que ahora me voy a empezar a vestir de mujer y voy a empezar a hacer cosas que yo hacía antes. Me dijo: Sí, hacé lo que vos quieras. Y entonces, claro, yo me sentí libre, ahí, con esta familia mía, mi abuela y todos mis tíos, mis primos, mis hermanos, porque ahí estaba toda mi familia, y todos me apoyaban, es más, me amaban, me decían: Me encanta que seas así, me decían mis hermanas, mis tías. Como ellos siempre tuvieron conexión con gente de la macumba, del carnaval también que hay mucho travesti y trans, ellos conocían gente así, ya sabían, entonces no les molestaba. Y tener un familiar así les encantaba, y ahí empecé a resurgir otra vez yo” (Entrevistada 1, 49 años, Montevideo).
Las instituciones educativas
En lo que refiere al tránsito de las personas travestis/trans* en los centros educativos, es oportuno señalar que en los relatos de las personas entrevistadas se da cuenta de experiencias de exclusión y discriminación durante sus trayectorias escolares, principalmente en Educación Media. Es oportuno señalar que, además del rechazo experimentado en el seno familiar, muchas entrevistadas, también compartieron la presencia de discursos transodiantes en las instituciones educativas y la complicidad de sus diversos agentes (estudiantes, docentes, equipos de dirección y funcionariado) en la perpetración de los actos de discriminación y violencia (tanto por acción como por omisión). Estos episodios propiciaron un corte en las trayectorias escolares de estas personas, por lo cual, varias recién pudieron revincularse al sistema educativo en la adultez. Actualmente algunas entrevistadas están cursando o han finalizado recientemente el liceo, y otras incluso cursan o han finalizado estudios terciarios o Superiores:
“Yo hasta los 16 años, que empezó la transición de varón a mujer trans, estaba haciendo bachillerato…Terminé tercer año pero ya era insostenible poder ir al liceo, vivir en la sociedad. Porque imaginate los años 90 y pico, era imposible por la discriminación, por el bullying, por el hostigamiento, por todo” (Entrevistada 10, 47 años, interior).
“Yo hice hasta primero de liceo y había empezado segundo. Y en realidad yo dejé porque la verdad que me sentía muy mal. De hecho, el primer año que estuve en el liceo fue caótico para mí…Ya cuando tenía 13, 14 años, yo ya me vestía de mujer. O sea, no de polleras ni tan llamativa, pero sí. Tenía pelo largo, me vestía ya así, me sentía así. La transición comienza ahí. No me consideraba una chica, entonces era muy difícil de llevar. En esos tiempos que no había ningún tipo de tolerancia, era muy difícil poder llevar el tema de los compañeros, de todo, porque no había ningún tipo de información ni de formación ni siquiera de los docentes. Entonces, bueno, nada, yo no solamente me sentía atacada por mis compañeros, sino también, muchas veces, por los docentes. Entonces terminé dejando los estudios” (Entrevistada 2, 40 años, Montevideo).
“Durante mis primeros doce años de educación fue una tortura el bullying. Yo llegué a terminar el liceo pero porque tenía el apoyo familiar y la constancia de que tenés que estudiar para ser alguien, si no estudias no vas a hacer nada, era como que había mucho mandato familiar y social que fueron los que hicieron que yo también, durante todo ese tiempo, mantuviera la imagen de varón, no puedo decir heterosexual porque no, porque a los 18 me declaré homosexual pero ya que era homosexual, tratar de que el resto fuera lo más aceptable posible, como esperando siempre la validación del entorno” (Entrevistada 5, 43 años, interior).
“Actitudes de la subdirectora, directora del liceo. Que por ejemplo no me permitían ir al baño de chicas en el recreo, tenía que hacerlo cuando todos estuvieran en clase, cosas así. No me dejaban maquillar, me pedían que me atara el pelo, cosas así que no me gustaron y dejé” (Entrevistada 11, 41 años, interior).
Con respecto a las trayectorias escolares de las personas LGBT+, diversos estudios señalan que se enfrentan a entornos hostiles y factores estresores, como lo son la discriminación, el acoso y la violencia, que pueden afectar negativamente su salud mental y su esperanza de vida escolar (De Pedro et al. 2018; Snapp et al. 2015; Kosciw et al. 2012). Para estas mujeres travestis/trans* que habitan instituciones educativas es común atravesar por situaciones de bullying, En la actualidad se utiliza el término bullying para referirse a situaciones de acoso que en épocas anteriores no eran reconocidas bajo esta categoría. Esto evidencia la evolución de las problemáticas sociales y el discurso asociado a las mismas a lo largo del curso de vida. El bullying es entendido como el acoso entre pares dentro del contexto escolar, que tiene la particularidad de recibir hostigamiento de otra persona sin motivo aparente, constante durante un período de tiempo y basado en relaciones asimétricas de poder reales o percibidas (Olweus, 1993). En estas situaciones de agresión suele haber al menos tres actores implicados: la persona víctima, la persona agresora y las personas espectadoras (que pueden tener un rol activo o pasivo), conformando lo que se conoce académicamente como “el triángulo del bullying” (Gelpi, 2019). Según Elizalde (2009) las instituciones ejercen un rol normalizador de las diferencias. Es decir que establecen como naturales los modos “apropiados” de ser y de construir la identidad sexual y de género, regulando lo femenino y lo masculino. De este modo, explícita o implícitamente, marginan aquello que resulta incómodo o que podría ser percibido como un problema en el futuro, negando la validez de las identidades disidentes, lo que lleva a su exclusión o exclusión incluyente del sistema educativo. Esto ocurre a través de prácticas e ideologías heterocisnormativas que aún hoy continúan validando lo cis como la única expresión legítima a nivel identitario. A esto se le suma que muchas fueron escolarizadas en plena dictadura, con todo lo que significa.
De “fragmentos de historias. Las experiencias de las mujeres travestis/trans en Uruguay: conquistas, desafíos y pendientes. https://www.gub.uy/ministerio-desarrollo-social/sites/ministerio-desarrollo-social/files/documentos/publicaciones/InformeFinal-Fragmentos.pdf