Stephen Kapos, sobreviviente él mismo del Holocausto cuando era niño, con 15 miembros de su familia asesinados en Auschwitz, no se queda callado. “Como alguien que sobrevivió al capítulo más oscuro de nuestra historia compartida, sé lo que significa ser despojado de la dignidad, de la tierra, del hogar. Por eso mantengo firme mi compromiso con el pueblo palestino. Su lucha por la libertad, la justicia y el retorno no está separada de la mía. Es parte del mismo clamor por la humanidad. No guardaré silencio mientras la opresión persista. La liberación no es un regalo por el que esperemos. Es un derecho que exigimos juntos”.
Como contrapartida, hay un reportaje televisivo que provoca náuseas: el joven ministro de Finanzas israelí Bezalel Smotrich, tentado de risa, dice acerca de Gaza: “Existe un plan de negocios elaborado por las personas más competentes. Se encuentra en el escritorio del presidente Trump. Esto puede convertirse en una verdadera mina de oro inmobiliaria. No bromeo. Es rentable. He empezado a negociar con los estadounidenses. No estoy bromeando aquí, porque yo también exijo… hemos gastado mucho dinero en esta guerra, así que debemos repartirnos los porcentajes de la comercialización de tierras en Gaza posteriormente. Y, sin bromear, hemos realizado la fase de demolición, que siempre es la primera fase de la renovación urbana. Ahora, debemos construir. Es mucho más barato”. ¿No dan asco sus palabras?
Otras voces israelíes rompiendo el cerco. Hace pocos días el notable músico israelí Ilan Volkov, director de la Orquesta Sinfónica Escocesa, paralizaba un concierto en la sala Royal Albert Hall en Londres, organizado por la BBC, para leer, muy triste, su declaración en contra del genocidio: “En mi corazón siento mucho dolor, ahora, desde hace meses. Vengo de Israel, vivo allí. Me encanta. Es mi hogar. Pero lo que está pasando ahora es atroz, y horroroso en una escala inimaginable. (…) Sé que muchos de nosotros nos sentimos completamente desesperados delante de esto. Palestinos inocentes siendo asesinados a miles, desplazados una y otra vez, sin hospitales, sin escuelas, sin saber cuándo comerán otra vez. Los rehenes israelíes, retenidos en condiciones inhumanas durante 2 años. Y los presos políticos languidecen en cárceles israelíes. Israelíes, judíos y palestinos no podemos parar esto solos. Os pido, os ruego a todos, todo lo que esté en vuestras manos para parar esta locura. Toda pequeña acción cuenta mientras los gobiernos dudan y esperan. No podemos dejar que esto siga más tiempo: cada momento que pasa pone en riesgo la seguridad de millones”. (A los dos días Volkov fue arrestado, y preso, por el gobierno de su propio país, durante una protesta realizada en la frontera entre Israel y Gaza).
Por esas horas, desde España, el escritor uruguayo Eduardo Kahane ilustraba su mensaje en Facebook con una foto con miles y miles de personas con muchas banderas israelíes bajo el título destacado de: “Israel: manifestación contra la guerra”. “Tal vez en esta foto estén los únicos que realmente tendrían una posibilidad de detenerla. Los propios ciudadanos de Israel, sus sindicatos, (…) junto con las familias de los rehenes que se oponen a la guerra, arrastrados a una batalla que no es la suya; también su desesperación crece. Ellos son los únicos que podrían tumbar a Netanyahu y su gobierno de lunáticos y asesinos, inundando las calles, paralizando el país o derrotándolo en elecciones”. (Aunque es discutible llamar “guerra” al genocidio, dejo constancia de la opinión sincera y sentida de Eduardo, cuya mirada acerca del camino de solución es distinta a la de Ilan Volkov, uno haciendo primar la interna israelí y otro la solidaridad internacional, pero se percibe de lejos que ambos corazones tiemblan de un modo muy parecido).
Descubriendo una palabra oscura: hasbará. Tal vez lo que ella esconde sea la causa del silencio reinante en una buena parte de nuestra sociedad. Según la inteligencia artificial —también imposible de calificar como un instrumento tendencioso a favor de Palestina— la hasbará, en hebreo, que significa ‘explicación’, es el término usado para referirse a los esfuerzos de comunicación pública y propaganda del Estado de Israel dirigidos a la opinión internacional. Estos “esfuerzos” comenzaron antes de 1948 con el objetivo de influir en cómo se perciben las políticas israelíes en el extranjero, especialmente en relación con el “conflicto” con los palestinos y otros asuntos de política exterior.
Se incluyen: campañas mediáticas (videos, artículos, entrevistas, redes sociales); voceros oficiales del gobierno israelí que difunden mensajes en medios internacionales; formación y coordinación de activistas en el extranjero para defender la narrativa oficial. Lobby diplomático y cultural, presentando a Israel bajo una imagen positiva (innovación tecnológica, turismo, cultura). Esta campaña incluyó contratación de empresas de marketing político y actividad coordinada en X (antes Twitter) y otras redes.
Documentos periodísticos indicaron asignaciones presupuestarias para anuncios pagados en plataformas como Google y Meta, dirigidos a audiencias internacionales para “corregir” o contrarrestar relatos sobre la “guerra” y sus consecuencias humanitarias. Parte de la estrategia se enfocó en desacreditar informes que hablaban de hambruna o de crímenes de guerra. Esto incluyó lobby diplomático, contactos políticos y campañas de imagen públicas.
Las investigaciones señalan a la agencia estatal (Lapam/IGAA) y empresas de marketing político como nodos clave. (Ahora, agrego yo, hay una clara ofensiva israelí para desacreditar y criminalizar a la Flotilla Sumud al punto de plantear que se la considera “la Flotilla de Hamás” y que se le hayan dirigido drones atacándola, estando por verse qué ocurrirá en las próximas horas). Finalmente, la inteligencia artificial informa que la hasbará combina diplomacia formal (embajadas, encuentros políticos como puede ser la reunión de la embajadora israelí con la ministra de Defensa de nuestro país) con campañas digitales pagadas y acciones de base (activistas y think-tanks).
Urge recuperar la primavera palestina. Mahmud Darwish, poeta nacional palestino fallecido el 9 de agosto de 2008 en Houston, Texas, supo y pudo escribir ya en 1966 este bellísimo y doloroso poema titulado El limonero: “Teníamos tras la verja / un limonero. Sus granos amarillos / brillaban como lámparas. Sus flores / eran un fragante abanico en nuestro barrio. // Teníamos tras la verja / un limonero. Nuestro. / Mas, para hacer adorno / de sus galas y diadema y aroma/ de sus ramas, nos lo cortaron. // Nos dejaron / sin nuestro limonero. Nuestros ojos / no volvieron a ver la primavera”.
A la luz de una verdad flagrante como la hambruna que hasta Donal Trump reconoce: ¿quiénes de nosotros estaremos siempre con el corazón abierto? ¿Qué haremos, además, para que los palestinos y palestinas que aún viven sobre su tierra tan querida, ocupada, mutilada y arrasada vuelvan a despertar sus ojos y desplegar sus almas nobles en una nueva primavera que el ánima viva del poeta les ayudaría a reconstruir, seguramente, con toda ternura y fortaleza? ¿Quiénes seríamos capaces de llevar en nuestras manos dos sencillos puñaditos de semillas de olivo para que estos árboles hermosos y simbólicos vuelvan a crecer y alzarse sobre los campos que han sido bombardeados y también resisten?1
Adolfo Bertoni
Expresidente de ATSS, poeta
- Obsérvese que Netanyahu y su entorno más íntimo casi han dejado de hablar de la liberación de los rehenes y, por el contrario, sus personeros se muestran ocupados en el “negocio inmobiliario de Gaza”. Difícil encontrar algo más antisemita, algo que haga más daño a los judíos y judías de buena fe, que el propio gobierno de Bibi, sobre cuya cabeza —bueno es recordarlo— está pendiente una orden de captura de la Corte Penal Internacional, acusado de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
Fuente: https://www.busqueda.com.uy/cartas-al-director/israel-y-palestina-n5404745