El desenlace
Cientos de historias clínicas esperan el dictamen médico que otorgue o rechace una prestación social tan sensible como es una pensión o jubilación por incapacidad. Más de 25.000 certificaciones por enfermedad acumuladas para revisar.
Solicitando paciencia, muchas de las vidas de trabajo, de producción de riqueza material y social, se encuentran con la impaciencia del desenlace del proceso final de la muerte.
Hace pocos días, en una ciudad del interior de Rocha, se fue una vida de trabajo y dignidad, esperando la efectivización del legítimo derecho a una jubilación por incapacidad. A pesar de que su carátula era: “Enfermedad Crónica”,” Cáncer terminal”,” Prioridad A”, cien días esperó, pero nunca llegó.
En esta vida, la representación de muchas vidas.
En esta espera, la representación de muchas esperas.
Los problemas estructurales de la improvisación en la gestión.
La experiencia de las certificaciones médicas en el interior del país, anterior al 2009, ya indicaban las dificultades que se planteaban cuando en un mismo acto se conjugaba la relación asistencial y el proceso de certificación y peritaje.
Aún así, con el surgimiento del SNIS, el Banco de Previsión Social, decidió extender la transferencia de una de las funciones centrales para el otorgamiento del subsidio por enfermedad, a los Prestadores Integrales de Salud.
Abrir la válvula de las certificaciones médicas a través de este proceso de tercerización, significaba para el Directorio la posibilidad de fortalecer el sector.
La situación no sólo no mejoró sino que empeoró. Además de transferir todas las certificaciones al acto asistencial, se transfiere el acto de evaluación por incapacidad a médicos que integran la comunidad que evalúan, quienes pasan a ser “arte y parte”.
El Directorio del BPS, lejos de analizar con conciencia crítica los problemas estructurales de una gestión, flexibilizó los procesos de trabajo, los precarizó bajo la forma de contratos basuras en régimen de suplentes o destajo (la vieja forma del trabajo a fazón o por pieza).
Procesó un sistemático deterioro de la estructura de cargos y puestos de trabajo genuinos, tanto en el área médica, como en los servicios de apoyo (registros médicos y administrativos), e improvisó las formas de distribución y gestión de la tarea, y premió con la designación a dedo para ocupar el cargo de Gerente, a un asesor del Directorio. Nada más y nada menos, “el elegido”, ha sido uno de los cuatro ideólogos del cierre del Sanatorio Canzani.
Eso sí, mantiene al sector en una planta física inadecuada (sin lavatorio de manos, acumulación de historias clínicas en los pasillos de circulación) incumpliendo con la normativa vigente respecto a la custodia de información personal y reservada, así como con los mínimos requerimientos para atención en Salud.
Por otra parte, las dificultades en el Sector de Certificaciones y Peritajes son atribuidas a “malos trabajadores y peores médicos”, estigmatizando a unos y otros bajo un discurso moralizante de la nueva teoría de la pérdida de la “cultura del trabajo” y la pérdida de ética profesional, escondiendo la raíz estructural del problema.
Para los gestores, lejos está la solución, para los trabajadores lejos está la protección.
La Asociación de Trabajadores de la Seguridad Social no será cómplice.
(Texto publicado en la edición del viernes 29 de julio de 2016 del Semanario Brecha)