MEJOR HABLAR DE CIERTAS COSAS Casi dos siglos después de abolida la esclavitud en Uruguay, ¿somos todas y todos realmente libres hoy?

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El 12 de diciembre se cumplirán 182 años de la aprobación de la ley que, en1842, abolió la esclavitud en nuestro país. Eran tiempos de la Guerra Grande, conflicto armado que protagonizaban en ese entonces los líderes de los partidos políticos blanco y colorado en Uruguay, Manuel Oribe –aliado del argentino Juan Manuel de Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires y Fructuoso Rivera, sustentado por los unitarios argentinos y los gobiernos de Inglaterra y Francia.

«Abolición de la esclavitud», óleo de Juan Manuel Blanes

En ese año, las fuerzas de Rivera sufrieron duras derrotas militares ante las de Oribe hasta que el 6 de diciembre, el líder colorado perdió totalmente el control de la campaña cuando su ejército fue derrotado en la batalla de Arroyo Grande y al mismo tiempo las fuerzas blancas oribistas comenzaron un muy prolongado sitio de Montevideo, que se extendió hasta el final de la guerra, en 1852.

 

Y usted, lector, lectora se puede preguntar qué tienen que ver estos hechos con la abolición de la esclavitud. Tienen mucho que ver, hay que simplemente ahondar en los archivos de la época para dar cuenta de que esta decisión de abolir la esclavitud tuvo un solo objetivo: hacer partícipes de la guerra a los esclavos, para así sumarlos en la defensa de un bando.

 

¿Le quedan dudas? Transcribimos parte de los considerandos del texto del proyecto de ley aprobado por el Poder Legislativo de nuestro país:

 

“Considerandos:

1° Que en ningún caso es más urgente el reconocimiento de los derechos que estos individuos tienen de la naturaleza, la Constitución y la opinión ilustrada de nuestro siglo, que en las actuales circunstancias en que la República necesita de hombres libres, que defiendan las libertades y la independencia de la Nación, decretan:

«Artículo 1- (…) no hay más esclavos en todo el territorio de la República.

Artículo 2º- El Gobierno destinará los varones útiles que han sido esclavos, colonos o pupilos, cualquiera que sea su denominación, al servicio de las armas por el tiempo que crea necesario.

3º- Los que no sean úitles para el servicio militar, y las mujeres, se conservarán en clase de pupilos al servicio de sus amos(…)”.

El gobierno de Rivera terminó con la esclavitud por ley para que los antiguos esclavos fueran alistados en su ejército, que se sabía perdidoso. Esta ley, si bien culmina un proceso legislativo que había iniciado en 1825 al establecer la libertad de vientres y la prohibición del comercio de esclavos, respondió más que a principios a una necesidad del gobierno de la época, que necesitaba combatientes en una guerra que estaba perdiendo, dejaba garantizados algunos derechos para los propietarios de esclavos, a los que les permitía mantener sirvientes para las tareas diarias.

No era un afán de promover valores de libertad entre una parte muy castigada de la sociedad uruguaya de entonces. Era para sumar fuerzas al ejército colorado, que luchaba contra la fuerzas del ejército blanco.

La trata de esclavos fue muy trascendental para la economía de ambas orillas del Río de la Plata. Sin trata de esclavos, tanto Buenos Aires como Montevideo no habrían tenido el desarrollo logístico y económico que tuvieron. Entre 1580 y 1640, tiempo histórico en el que se fundó la ciudad de Buenos Aires, la trata esclavista fue el motor económico de dicha ciudad y puerto. Algo similar acontecía con los puertos de Colonia del Sacramento y Montevideo.

Para tener una dimensión adecuada de lo que significó el proceso de traída de esclavos desde África, en 250 años llegaron a las costas del Río de la Plata más de 250.000 esclavos, mientras que en un mismo período, a Estados Unidos llegaron 500.000 en el mismo lapso de tiempo.

 

Si se quiere sumar brutalidad para comprender de qué estamos hablando, el promedio de mortalidad del tráfico de esclavos al Rio de la Plata era de un 20% de las personas esclavizadas transportadas, el doble que las que llegaban a Estados Unidos. A veces ese promedio se elevaba en forma desmesurada, por enfermedades, rebeliones por el trato recibido y por barcos que solían hundirse frente a las costas de Punta Carretas.

Y si falta una perla para este collar, Rivera, primer presidente constitucional de nuestro país, para obtener fondos frescos para su gobierno, recibió préstamos de traficantes de esclavos a cambio de que estos pudieran traficar niños y niñas de entre ocho y doce años, a los que se los hacía pasar como colonos, con la vista gorda de lo que fue el antecedente de la Asociación Rural del Uruguay. Esta práctica, la de trasladar niños esclavos, imposible de ser calificada, se extendió en nuestro país hasta el año 1835, en que arribó el último barco esclavista.

 

Han pasado más de 180 años de la abolición de la esclavitud en Uruguay. Estamos en otro tiempo histórico y social de nuestro país y del mundo. Sin embargo, cabe hacernos algunas preguntas. ¿Más allá de lo formal, de lo legal, no hay formas de contratación y abusos en nuestro tiempo que se asemejan a la esclavitud? ¿Son libres realmente las miles y miles de personas que sobreviven a diario con salarios paupérrimos en jornadas de labor cada día más extendidas y con menos derechos respetados?

 

¿Cuáles son las garantías que tienen los millares de trabajadores y trabajadoras jóvenes y no tan jóvenes que desempeñan tareas en la actividad privada y pública de nuestro país en condiciones salariales y de contratación que atentan contra su dignidad y sus derechos?

¿Cómo son seleccionados las y los trabajadores que se desempeñan como tercerizados en centenares de empresas de nuestro país, muchas veces cumpliendo tareas de formas más cercanas al feudalismo que al capitalismo en Uruguay y en el mundo actual?

 

¿Son realmente libres aquellas y aquellos que solamente pueden trabajar para alimentarse, que no tienen derechos básicos, como del ocio, la recreación, que simplemente están condenados a sobrevivir, a subsistir?

 

No miremos a la esclavitud como algo que pasó muy lejos en el tiempo. No miremos lo que acontece en la actualidad como algo que no nos importa, que nos es invisible. No miremos la injusticia con naturalidad, no asistamos con indiferencia al drama de los otros. Si no es por convicción, aunque sea por conveniencia: un día nos puede pasar a nosotros, le puede pasar a alguien cercano a nosotros.

 

La esclavitud fue formalmente abolida tantos años atrás en Uruguay. Pensá si realmente en la realidad no hay prácticas que lindan con ella en la actualidad. Pensalo, de verdad.

escribe: Álvaro Díaz