Memoria, Verdad y Justicia, Marcha del Silencio 2024

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Este 20 de mayo se llevó adelante una nueva marcha del silencio, miles de personas marcharon por la Avda. 18 de Julio partiendo desde Rivera y Jackson.

Con las consignas:

Mayo, mes de la memoria

¡Ellos saben donde están!

Exigimos respuestas

Nunca más terrorismo de Estado

Memoria, verdad y justicia

Partió la marcha encabezada por familiares, que portando las 197 fotos con nuestras y nuestros desaparecidos inició a las 19 hs.

En principio fue silencio, interrumpido por una ambulancia que a sirena  limpia se abrió paso por 18 rumbo a Fernández Crespo. Pasaron segundos hasta que los ecos de la sirena fueron cambiados por aplausos, miles de aplausos.

«Dos nietas y una sobrina de detenidos desaparecidos durante la última dictadura uruguaya reflexionan sobre cómo y hacia dónde seguir luchando por memoria, verdad, justicia y reparación.

Jugar con un auto de lata que el abuelo Óscar trajo de la URSS. ¡Si papá Gabriel viera cómo quedó, después de que hijas y sobrinos se lo pasaron de mano en mano, golpe a golpe! Tiene las cuatro ruedas y el plástico del parabrisas intactos, el desgaste en la pálida pintura rosa y en el control remoto sin cables. Vicente ya no pudo jugar con el coche, pero lo llevó al salón de clases como un trofeo, un recuerdo del abuelo Gabriel, a quien no conoció. Su mamá, Ana Inés, tampoco conoció a su abuelo Óscar. Gabriel está muerto. Óscar, desaparecido.

Ante la ausencia, que marca una presencia muy fuerte, “la foto es una prueba de que esta persona existió –dice Ana Inés–. Porque nosotras no los conocimos, no los vimos, no los tocamos”. Uno de sus últimos trabajos como fotógrafa fue en la obra de teatro Autopsia sobre lo impune, sobre el asesinato de las Muchachas de Abril.

La desaparición forzada les quitó la oportunidad de crecer con un abuelo, con un tío. ¿Cómo hubiera sido nuestra vida si no hubiera pasado lo que pasó, si no los hubieran secuestrado, ni torturado, ni desaparecido? Es una pregunta contrafáctica que estas mujeres se hacen a diario.

Pensar que en algún momento va a aparecer “tiene que ver con lo terrible de pensar ‘a esta persona la mataron, la escondieron y no va a volver nunca’ –sigue Ana Inés–. ¿Cómo le puede pasar eso a alguien? Es difícil de procesar. Lo vivo hoy con mi hijo, Vicente, que tiene diez años, que conoce la historia y hace preguntas y repreguntas”.

Memorias que se entrelazan como los pañuelos blancos con margaritas negras en las mochilas de los estudiantes, que empiezan a entender el sufrimiento que provocan estas ausencias. “La tarea difícil en clase es explicar el contexto político, que esto no fue una guerra, y cuáles eran las ideas revolucionarias de personas comunes que soñaban para Latinoamérica toda”.

Un punto de partida para comenzar a hablar es ver la foto de Enrique –agobiado, pero firme, esa foto antes del fin–, verla con otros jóvenes y decirles: “Mirá que cuando pasó lo que pasó, él tenía 24 años”. Como ella.

Laura dice que el hallazgo da alivio, pero no es la verdad completa. Por eso “no podemos sacar a esa persona de la lista de 197 detenidos desaparecidos, porque falta saber quiénes fueron los responsables del secuestro, de la tortura, de que esa persona haya sido escondida en ese lugar determinado y de haber mantenido el silencio durante tantos años. Si los sacamos de la lista, le sacamos la responsabilidad a un Estado que sigue estando ausente en las respuestas. La aparición de los restos no otorga toda la verdad de lo que les pasó”.

“Que el Estado haya usado las herramientas que tiene para, de forma organizada, hacer lo que hizo, y encima la cantidad de años de impunidad, hacen que la justicia, cuando llega, ya no la sientas como justicia –continúa Tassino–. Es terrible. No se siente como justicia, realmente. Lo que nunca tuvimos y no vamos a tener, eso ya no tiene arreglo. Uno pierde un familiar en determinadas circunstancias y el duelo puede llevar años. La desaparición es un duelo suspendido, nunca cierra”.

 

Es extremadamente doloroso saber que hay familiares que se van a morir y son historias que se cierran sin una verdad completa”. (1)

En cada foto que veía, un par de ojos me devolvían la mirada. Ojos vivos, llenos de energía, de cosas por hacer, como mis ojos a los veinte años, como los ojos de mi hija Nina.

Vi toda la escena como no la había visto nunca. Había pasado algo simple, muy simple, en esos años: las personas más necias y brutas de la época, habían mandado a torturar y a matar a los que tenían la mirada sagaz y un futuro lleno de ideas. (2)

 

Y así la marea humana se encaminó con destino a la Plaza Cagancha donde en el entorno de las 21 hs. se leyó los nombres de todas y todos los desaparecidos, seguidos de un Presente que rompió por esa noche el silencio que encierran sus ausencias, que combatió el olvido, una vez más.

 

Era un día cualquiera, de sol, y yo estaba distraído. Por eso no vi el pasado de la dictadura incomprensible, sino que vi el futuro. Vi esta democracia de cuarenta años, sin ellos. Y pensé: ¿Cómo no vamos a estar así? Hoy. Si nos está faltando toda esta gente. (3)

notas:

1) https://ladiaria.com.uy/politica/articulo/2024/5/no-los-conocimos-no-los-vimos-no-los-tocamos/?utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=findesemana

2, 3) https://orsai.org/blog/toda-esta-gente/

 

Fotos: Yohana Altez – Alejandro Pérez – Beatriz Amestoy – Fabiana Fernández