¡Parece mentira que hayan pasado ya 42 años! Casi tres generaciones de uruguayos y uruguayas que nacieron después de aquellos días. Antes, en el año 1982, en lo que entonces era la Dirección General de la Seguridad Social, nombre puesto por la dictadura en 1979, nos habíamos empezado a reunir no muchos compañeros y compañeras en parroquias, casas particulares y algunos falsos cumpleaños, con el cometido imprescindible de enfrentar a la dictadura, promoviendo la refundación del sindicato entonces prohibido.
Por el mismo tiempo, algunos antes, otros algunos meses después, en las distintas organizaciones sindicales clandestinas o ilegales que también estaban en formación, se empezó a hablar de la conmemoración del Día de los Trabajadores el 1° de mayo del año siguiente, que sería convocado por el PIT (Plenario Intersindical de Trabajadores, que era el nombre que se había elegido en sustitución de la CNT, Convención Nacional de Trabajadores, prohibida desde 1973)
Los preparativos para esa fecha fueron realizados bajo muchas presiones. Por un lado, la necesidad de que la concurrencia fuera lo suficientemente grande como para hacer difícil la represión de los que detentaban el Poder Cívico Militar y, por el otro, la clara conciencia de que ese día –si éramos muchos y muchas– íbamos a escribir una página significativa en el enfrentamiento al régimen, haciendo posible así que el Terrorismo de Estado se acercara a su fin, para terminar con la cárcel, el exilio y la destitución de miles de compañeras y compañeros por el “delito” de haber integrado sus sindicatos antes del Golpe de Estado, y querer un país más justo, solidario, con libertad e igualitario.
Teníamos la completa convicción de que si la manifestación era multitudinaria el fin de la opresión sería más cercano, ese fue el combustible principal que hizo posible que los resultados superaran todas las expectativas previas.
Abro un paréntesis: es bueno, es importante dejar constancia que esta primera demostración “de masas” fue promovida desde el movimiento sindical y no desde los partidos políticos, sobre todo para tenerlo presente cuando algunos integrantes de esos partidos pretenden darnos “clases de democracia” a quienes pusimos el pellejo, entre los que, ciertamente, habíamos votantes de todos los colores. Cierro paréntesis.
NUESTRO BAUTISMO EN LAS CALLES
Como ya lo hemos contado, en nuestro caso la organización ilegal funcionaba en cada uno de los edificios, y de ellos habíamos nombrado a un compañero o una compañera para que nos representara en la “Coordinadora”, que cumplía funciones parecidas a lo que hoy es el Consejo Directivo. Al no haberla integrado, hay un montón de hechos y anécdotas que no puedo relatar.
Pero sí puedo recordar la tensión vivida desde varios días antes de la fecha indicada, y los temores inevitables sobre cómo nos iría: ¿cuántos seríamos? ¿Con cuántos compañeros y cuántas compañeras recién nos íbamos a conocer, o reconocer, el día de la concentración? Recuerdo nítidamente que en esa tarde por primera vez le vi las caras a compañeros como Roberto Baz (lamentablemente fallecido, joven aún), con su imponente voz liderando nuestra consigna de “¡Seguridad Social, justa y popular!”. Recuerdo también a Luis Barboza, Rodolfo Reino, Jaime Moner, entre quienes estaban más cerca de mí. Por supuesto, como no podía ser de otra manera, al lado mío estaban queridos compañeros de nuestro núcleo del Edificio Sede: Aníbal Blanco, Juan Carlos Callone, José Luis, Omarcito, Lucía, Alfredito, André, y otros y otras que habíamos estado desde el principio militando en nuestro lugar de trabajo.
Lo demás es historia conocida. La manifestación, frente al Palacio Legislativo, arrancando en lo que hoy es la Plaza 1° de Mayo hacia General Flores, por cuadras y cuadras, se constituyó en uno de los golpes más fuertes dados en el mentón de los poderosos. El amor a la libertad había podido más que el muy humano miedo, y empezaríamos a vivir las batallas populares que aún faltaban para voltear a la tiranía y volver a instalar un gobierno democrático (aunque todavía con proscriptos) el 1° de marzo de 1985.
¿En qué quedaron nuestros sueños de entonces? ¿Cuántas de nuestras expectativas se cumplieron? Contestar a esas preguntas daría para escribir varios tomos de una historia que, seguramente, también sería parcial. Quede constancia hoy, muy a vuelo de pájaro, de unas muy pocas chispas de aquel día verdaderamente maravilloso, con el deseo de que el próximo aniversario cuente con las decenas de miles de trabajadoras y trabajadores que necesitaremos estar nuevamente en la calle para defender y avanzar en nuestros derechos.
Ciertamente ha habido un cambio de gobierno, pero como hace 42 años la consigna artiguista sigue incólume: “Nada podemos esperar sino de nosotros mismos”.
Adolfo Bertoni
Ex Presidente de ATSS